Los terroristas futuros podían ser menos ideológicos, albergar probablemente mayores agravios étnicos y ser más difíciles de distinguir de los otros delincuentes.
Las declaraciones en este tono no solamente contradicen su mandato y el principio de imparcialidad, sino que socavan su capacidad de realizar sus funciones humanitarias.
Los que conciben y ejecutan el genocidio buscan privar a la humanidad de las múltiples riquezas que significan sus nacionalidades, razas, orígenes étnicos y religiones.
Por consiguiente, el Código Penal es imparcial en el trato entre el hombre y la mujer y no hace diferencias en razón del sexo de la víctima o del delincuente.
No deberíamos ver al imperfecto documento a través de un cristal color de rosa, sino que más bien deberíamos aprovechar las posibilidades que entraña para lograr reformas más amplias y profundas.