Pero un día este celibato impuesto por la matriarca terminó a causa de las ofensas que Prudencio Aguilar le había hecho a José Arcadio en relación a su poca hombría.
Becky, que vivía en otra ciudad, pero que había vuelto para participar en la reunión dijo: –Mientas escuchaba la narración y los comentarios que hacíais, no he podido evitar reír de mi misma.
Pero el pobre patito que había salido el último del cascarón, y que tan feo les parecía a todos, no recibió más que picotazos, empujones y burlas, lo mismo de los patos que de las gallinas.
Respecto a volver a casa, la vergüenza me hacía rechazar mis buenos impulsos e inmediatamente pensé que mis vecinos se reirían de mí y que me daría vergüenza presen tarme, no solo ante mis padres, sino ante el resto del mundo.