Con todo, se hallaba sobre ascuas de una felicidad demasiado ardiente y, como tenía 18 años, deseaba irse de una vez para gozar a solas, y sin cortedad, su inmensa dicha.
Cuando Florentino Ariza abandonó la cama, con la espalda en ascuas y por primera vez con un bastón de carreto en lugar del paraguas, su primera salida fue a la casa de Fermina Daza.
Luego retiraba las ascuas, colocaba mi ho gaza o mis hogazas y las cubría con la vasija de barro, que rodeaba de carbones para mantener y avivar el fuego según fuera necesario.