Yo hice lo mismo en el sillón de enfrente, crucé las piernas con desparpajo automático y esperé a que me informara sobre la causa de su visita intempestiva.
Habían pasado casi una hora en el lugar felizmente ocupadas en visitar la sombrerería de enfrente, en contemplar al centinela de guardia y en aliñar una ensalada de pepino.
Del otro lado del corredor, en la celda de enfrente, estaba encerrado Bonifacio, el siciliano que había matado a su novia y a los dos agentes que fueron a arrestarlo.