Entonces, me levanté alegremente de la cama, con el corazón lleno de confianza y la convicción de que le rezaría fervorosamente a Dios por mi salvación.
Estaba rogándole fervorosamente a Dios que me concediera el arrepentimiento cuando, providencialmente, ese mismo día, mientras leía las escrituras me topé con las siguientes palabras: Él es exaltado como Príncipe y Salvador para dar el arrepentimiento y el perdón.