Una anemia de invención plagaba mi sintaxis y mis vuelos metafóricos me recordaban a los de los anuncios de baños efervescentes para pies que acostumbraba a leer en las paradas de los tranvías.
En años recientes habían demolido el viejo puente de piedra de los españoles, y construyeron uno de material con globos de luces, para dar paso a los nuevos tranvías de mulas.
Y aunque es una historia muy importante en sí misma, tiene un hecho fundamental para nuestro tema: buena parte del tranvía de Bogotá fue destrozado en la revuelta.
Podíamos invertir dinero en restaurar el tranvía —sus trenes y sus rieles— o pasarnos a un sistema de buses, que era lo que estaba de moda en otras ciudades del mundo.
Bogotá ya tenía algunos buses en las zonas en las que no había tranvía, pero el hecho es que, en lugar de mantener una solución mixta, decidimos apostarle por completo a este modo de transporte.