En la cabecera de la mesa, Otálora, borracho, erige exultación sobre exultación, júbilo sobre júbilo; esa torre de vértigo es un símbolo de su irresistible destino.
El paso súbito de la ingravidez a la hipergravedad lo dejó mareado, una sensación que se prolongó durante diez segundos, antes de que todo volviera a la calma.