Al terminar el trabajo, García le entregó al desconocido unos 40 pesos como propina y los dos se despidieron muy cordialmente como si fueran buenos amigos.
Aun vuestra merced menos mal, pues tuvo en sus manos aquella incomparable fermosura que ha dicho, pero yo, ¿qué tuve sino los mayores porrazos que pienso recebir en toda mi vida?
Un gran trozo de la roca más próxima al mar, que se encontraba como a una milla de donde yo estaba, cayó con un estrépito como nunca había escuchado en mi vida.