Llevantóse como pudo, y llegó a casa de su amigo, que aún no sabía su desgracia; mas como le vio llegar amarillo, consumido y seco, entendió que de algún grave mal venía fatigado.
Tenía hambre y frío, y se veía muy débil. ¡Pobre niñita! Desde todas las ventanas se veían las luces que brillaban, pero la niñita sólo podía pensar que esa noche tenía que ganar algún dinero para poder volver a casa.