Movimientos sociales liderados por grupos religiosos, organizaciones filantrópicas y celebridades como Charles Dickens intentaron cambiar esas condiciones para así ayudar a reformar a los presos.
Esos dispositivos se veían como una forma fantástica de azotar a los prisioneros, cuyo beneficio de accionar molinos ayudaba a reconstruir una economía diezmada por las guerras napoleónicas.