Después se serenaron y observaron en silencio cómo sus bocanadas de humo se arremolinaban y subían hasta el techo, donde eran aspiradas por un extractor.
Pensó en su mujer que estaba tendida en el catre, solita, allá en el patio de su casa, adonde él la había sacado para que se serenara y no se apestara pronto.