Luego volvió a acomodarse con las manos entre las piernas y se volvió a dormir todavía farfullando maldiciones: -Yo no tengo la culpa de que a estas horas anden sueltos los borrachos.
El considerable cuerpo se desplomó como si los estampidos y el humo lo hubieran roto, el vaso de agua se rompió, la cara la miró con asombro y cólera, la boca de la cara la injurió en español y en ídisch.