1.Todos podemos pronunciar discursos elocuentes con aparente fuerza moral, pero todos no tenemos la misma voluntad política ni el mismo coraje y poder para transformar nuestras palabras en hechos.
2.Como siempre ocurre en las Naciones Unidas, el auténtico reto es pasar de las buenas intenciones y las palabras contundentes sobre el papel a los resultados concretos sobre el terreno.