Asimismo, el Papa deseaba fervientemente que las Naciones Unidas desarrollaran procedimientos eficaces, que no fueran la guerra, para resolver los conflictos internacionales.
Quisiera asegurar al Consejo que mi Gobierno apoyará gustosamente todos los esfuerzos e iniciativas que las Naciones Unidas emprendan en materia de consolidación de la paz.
Abrigamos la ferviente esperanza de que esta recomendación sea recibida positivamente por las instituciones financieras multilaterales, en particular el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
El orador agradece a la comunidad internacional el apoyo técnico y financiero recibido por su país y espera fervientemente que siga prestando apoyo financiero al programa UXO Lao.
En el ámbito de la energía nuclear, el Gobierno de Nigeria espera con interés la activa colaboración del OIEA en los próximos años a fin de obtener energía para nuestro desarrollo.
Esperamos sinceramente que la comisión mantenga una relación constructiva con la Comisión de la Verdad y la Amistad que los gobiernos de Timor-Leste y de Indonesia han convenido en establecer.
El Gobierno está interesado en colaborar con la Iglesia Ortodoxa Serbia y con Belgrado en la reconstrucción y ha presentado varias propuestas a la Iglesia (véase el párrafo 70 infra).
Deseo concluir mis palabras señalando que el pueblo argentino, espera fervientemente que las Naciones Unidas contribuyan a conducir nuestros destinos por la senda de la paz, la justicia y el desarrollo.
Represento a la parte de una comunidad mundial que está empapada de una visión ideal impulsada por nobles objetivos y enardecida por un deseo de lograr lo máximo con recursos escasos.
El Japón desea ardientemente que esta sensación de urgencia para reiniciar las negociaciones, que comparten ampliamente los miembros de la Conferencia de Desarme, se traduzca en el inicio de tareas sustantivas este año.
Al mediodía abordé a mi padre para cuestionarle acerca de aquel libro y de Julián Carax, que en mi entusiasmo había imaginado célebres en todo el mundo.
Enfundada en un vaporoso vestido de algodón azul turquesa, el objeto de mis turbios anhelos tocaba el piano al amparo de un soplo de luz que se prismaba desde el rosetón.
¿No te gustaría hacer una pequeña apuesta, Arthur? —dijo con entusiasmo, haciendo sonar en los bolsillos de su túnica negra y amarilla lo que parecía una gran cantidad de monedas de oro—.
Los ojos de Ana, amantes de la belleza, vagaron por todo aquello, contemplándolo ávidamente; la pobre criatura había visto muchos lugares feos en su vida, y aquello era más hermoso de lo que pudiera soñar.