Escuchó atentamente lo que decían y se ufanó de las frases y observaciones de su tío que demostraban su inteligencia, su buen gusto y sus excelentes modales.
Gracias a Dios, mañana voy a un sitio en donde encontraré a un hombre que no tiene ninguna cualidad agradable, que no tiene ni modales ni aptitudes para hacerse simpático.
En el momento en que le servía la sopa, la abuela advirtió sus modales de sonámbulo, y le pasó la mano frente a los ojos como limpiando un cristal invisible.
Hablaba con una voz clara y lenta, como si dictase sus memorias, y miraba siempre por encima del hombro a la persona a quien se dirigía. Realmente, tenía unos modales distinguidísimos.
¿Es verdad eso? —respondió Frank bruscamente—. ¿Es usted un lord? Bien, no es que sus modales me parezcan muy refinados, milord. Vuélvase y dé la cara como un hombre. ¿Por qué no lo hace?
No estaba lo bastante cerca para oír lo que decían, pero pudo observar que casi no se hablaban y lo fríos y ceremoniosos que eran sus modales cuando lo hacían.